martes, 29 de julio de 2008

Corría el año de ´77


Leyendo el recuento de los diez top 10 de la AFI (Las diez mejores películas de diez géneros distintos) me encontré con que el año 77 fue la pura buena onda. 

Vean nada más lo que las masas vieron en el cine ese año: 

En enero  Rocky.
En abril Annie Hall.
En mayo Star Wars.
En Junio Close encounters of the third kind
En Octubre All the president´s men

Menos el último, todos guiones originales. Todos blockbusters. MUY.   

Para agregarle alabanza a la industria hard core de esos tiempos, vean nada más lo que las masas habían visto en los años cercanos:
En el ´71 - Naranja mecánica, Dirty Harry, The last Picture Show y Bananas.
En el ´72 - El Padrino
En el ´74 - Chinatown y El padrino II
En el ´75 - Jaws, One Flew Over The cuckoo´s nest, Dog day afternoon y Barry Lyndon.
En el ´76 - Taxi Driver.
En el ´79 - Kramer vs. Kramer y Apocalypse now. 

Los grandes éxitos económicos de la década de los setenta parecen una broma de buenos. Comparados con lo que nos escupe hoy la misma industria son una mentada de madre. 

Ni me meto con el cine no americano porque hay que empezar a hablar de Fellini, de Godard y de Truffaut para empezar a compararlos con Arriaga y ya se nos vuelve violencia innecesaria. Además cine bueno, en algún lado, ha habido siempre. Y cada día más, en inmensísimas cantidades. Pero para efectos del día de hoy me interesa hablar del centro del negocio.  Por eso he nombrado puras películas súper industriales y súper exitosas. (Lo de súper exitosas se le aplica hasta a Barry Lyndon banda, noten que también es nuestra culpa lo que nos pasa hoy). La descomposición de la industria central empeora mucho cuando nos acordamos de lo que fue capaz. 

La comparación directa: 1977  contra 2007.  De las cinco películas que alimentaron a la industria en el ´77   todas siguen siendo clásicos y todas siguen ganando dinero. Treinta años después, las cinco películas que alimentaron a la industria en el 2007 fueron Transformers,  Los piratas del caribe 3,  Shrek 3, Harry Potter 4 y Spider man 3.  Para el 2037 dudo que alguien se acuerde de que esas películas existieron. 

Habría que reencontrar la forma ilustrada y elegante de hacer dinero. Esta semana la gente me dice que Batman les cambió la vida. No creo que tanto. Pero está bien. Con que hubiera un Batman por cada Scary Movie ya habría una conquista seria. 

lunes, 28 de julio de 2008

Dos niñas que quién sabe

Muchas veces me obsesionan muchas cosas profundamente inútiles. Hoy en la tarde me obsesionó no saber. 

Estaba caminando hacia la taquilla del cine y vi a dos niñas de doce años sentadas en una banca de madera mugrosita. Una recargaba su cola de caballo sobre el hombro de la otra. La dos estaban viendo al frente con los ojos vivos y cansados. Y yo no sabía nada. ¿Quiénes eran? ¿Qué hacían ahí, solas, recién peinadas y muertas a las diez de la mañana? ¿En qué habían pensado mientras se ponían esos calcetines que hacen juego con su suéter? ¿Cómo es posible que yo no sepa todas estas cosas?  ¿Cómo es posible que haya en el mundo tanta gente de la que tanta otra gente no se entera?

Entré a la sala a que me pegara la ficción. La ficción es una forma de enterarse, aunque sea de falsedades. Me senté en un esquina y seguía sin saber:  ¿Quién es esa mujer que se sentó a ver Batman junto a mí, acompañada solamente de un bebé y una carreola? ¿Quién no vino con ella? Y ese que no vino ¿Con quién está y por qué? 

 ¿Cuántas veces he visto una película con alguno de estos extraños?  ¿Cuánto habremos cambiado entre una proyección y otra?  ¿Cuántos panes se comieron? ¿A quién no llamaron? ¿Qué libro leyeron a los diez años? ¿La mayoría estarán tan aburridos como se les ve? 

 Si todas esas cosas ocuparan espacio, si se pudieran tocar, guardar ¿Cómo se verían? Las ideas podrían robarse como las bolsas.  Yo podría robarme todas los chistes que hace mi primo Arturo y aventarlas  en un país extranjero. Les pegarían a todos en el estómago y los harían reírse hasta que vomitaran, o hasta que se enamoraran de mí como yo me enamoro de él después de un ratito de oírlo.

Si los cariños y los recuerdos que hacen que la gente se mueva, se ría, se bese y se piense de cierta manera estuvieran junto a ellos, físicamente junto a ellos, alguien más podría tocarlos y moverse, reírse y besar como ellos un instante.

Podría ver la idea que otros tienen de mí, mi imagen desde su cabeza, desde el recuerdo de lo que creen que soy. Habría cientos de versiones físicas de la misma persona y todas cambiarían constantemente, del mismo modo que hoy cambian en el espacio etéreo en que los cargamos. 

Ese sería un mundo raro: lleno de música sin terminar, rodando entre las piernas de extraños que no tuvieron nada que ver con ella; como hoy rondan los pantalones y la basura y los abrigos largos. ¿De qué color serían las memorias y de qué color las pasiones? ¿De qué color las imágenes? 

¿Qué tan grandes las cosas que lastiman? ¿Y las que acompañan? ¿La felicidad sería más atractiva que el dolor? ¿Las buenas ideas tendrían más luz que las malas? ¿Las ilusiones serían azules como siempre las he visto o tendrían un color que nadie conoce y no se ha podido imaginar?  

La gente con malos recuerdos y malas ideas podría dejarlas en la calle y dejarían de pesarle; cambiaría quienes son, para bien y para mal. Se podría regalar amor, literalmente. A primera vista se sabría con quien compartes tristezas, con quien miedos y de quién podrías enamorarte. Podrías detenerle a alguien su soledad mientras se pone los guantes y dejaría de estar solo hasta que se la devolvieras. Yo podría dejar una gran idea en el cine, del mismo modo que hoy dejo celulares y carteras. En cuestión de días la gente despistada como yo, tendría la cabeza en blanco. En cambio la gente coda estaría llena de tesoros, pensando todo el tiempo y almacenando sus ideas en bóvedas inmensas. Se inventarían bancos de sueños y de recuerdos, con cuentas separadas para las metas y los desencantos. 

¿En dónde cabría tanto ocio? De por sí estamos tan apretados que Suiza manda su basura a Sicilia. Sería un desorden. Con las puras quejas de la falta de espacio sería suficiente para llenarlo.

Pero me obsesionó no saber. Ojalá todo se viera.  

jueves, 24 de julio de 2008

Festival de cine

Estoy parada frente al  auditorio del estado de Guanajuato. A mi alrededor se pasean unos treinta individuos de edad incierta (los que tienen 22 portan barbas y lentes inconmensurables y mugrosos que los cubren por completo, igual podían tener 60; las que tienen 62 no se pintan ni se peinan, tienen una confianza en su físico que sólo tolera la  piel y el pecho apretado de una de 20). Todos los asistentes se mueven todo el tiempo, sin rumbo fijo. Se reconocen, se saludan, se recomiendan y se mienten. Los que ni conviven, ni chorean, se paran en una esquina a observar a la concurrencia: se comportan como si estuvieran esperando que Dios padre venga a reconocer su inmensísimo talento. Hasta en los dedos se les ve como se encabronan de que no baje.  Nadie se ha lavado el pelo en meses y a todos les hiede la colonia condesa entre los pies.

Acabamos de oír a Spike Lee dar una mal llamada conferencia magistral. Consistió en un pobre hombre que sudaba frío mientras le hacía preguntas poco iluminadas. El Sr. Lee respondía con sonrisitas de hartazgo, unidas a un máximo de tres frases y un silencio. De cualquier modo todo el mundo le aplaudió como foca cada palabra. Mucho más que al pobre de su tocayo de apellido Jonze, que hizo todos sus mejores esfuerzos por caernos bien y no tuvo ni la mitad de la taquilla. Después todos salen en desbandada a fumar cigarros sin filtro y a mirar a la humanidad con displicencia para que quede claro lo mucho que sufren sus almas de artista. 

Me observo parada en una esquina del teatro haciendo todas estas pueriles reflexiones: en realidad los tengo tan vistos porque soy uno de ellos. Con un poco más de jabón y bastante menos actitud. 

Durante el resto del día el festival y sus pantallas nos recetan toda clase de calamidades. Un documental sobre la guerra de Iraq que se llama, de manera muy apropiada, No end in sight. Es de una inteligencia y una precisión que dan ganas de morirse. Concluye que estos cabrones Bushitas son más pendejos que perversos y todos los muchos, muchos muertos que nos pasan por enfrente son absolutamente gratuitos. Suelto dos lágrimas gordas que me parecen pretenciosas, así que las reprimo. Y se prenden las luces. 

Corte a: Un documental sobre el único grupo de heavy metal que hay en Bagdad. Nos lo aderezan con covers de Metallica y mientras las casas explotan a su alrededor, el preciosismo de sus notas son una receta iluminada y blanca para la esquizofrenia. De ahí pasamos, como quien flota, a una nueva sala de luces bajas: las imágenes más tersas que se han visto ilustran la voz de John Lennon. El pobre habla mitad obviedades, mitad imposibles, todos preciosos.  Para darle punch al final los cineastas nos recuerdan cómo se murió el genio y  otro muerto nos cae encima.

El final del día se siente como si el mundo estuviera dividido entre los que se mueren y los que se aburren ¿Para qué habré manejado cuatro horas hasta este pueblo bananero? Fuera de dos o tres túneles coquetamente iluminados, el patrimonio de la humanidad que Guanajuato presume en su letrero de bienvenida, no se le ven por ninguna de sus fachadas. 

Supongo que manejé porque no hay nada que se parezca más a un par de brazos limpios que la butaca de un cine.  Supongo que fue porque aunque Spike Lee sea monosilábico y hostil, sus ojos son la parte mejor lograda de su anatomía: ven y reproducen sólo cosas extraordinarias. Supongo que fue porque cuando Spike Jonze sonríe invoca el relajo de un guión de Charlie Kauffman. Supongo que fue  porque el corto con la voz de Lennon acariciaba como un hombre bueno.  Fue porque entre los múltiples piojosos que me pasan por enfrente, debe haber algún genio que un día en dos horas nos cambie la vida, o la tarde, depende de qué tan genio.  Fue porque los festivales de cine son entes extraños y hay que adorarlos. 

Hay que adorar a cualquier multitud que adore lo que uno adora. A ver qué más nos van dando estos días de cine. 



jueves, 17 de julio de 2008

Ayer soñé con Woody Allen


Ayer soñé con Woody Allen. Y no sólo no es broma, es la tercera vez.  Y cada vez, mi sueño se vuelve más íntimo y más esquizofrénico.

El primer sueño todavía tenía unos atisbos de realidad: soñé que invitaban a mis papás a una premier de sus películas. Yo iba de colada y muerta de la ilusión. Woody se sentaba en nuestra mesa con unos lentes de pasta cuadrados e inmensos, absolutamente inmensos, que, como si les hiciera falta volumen, tenían un diamante del tamaño de un puño en cada punta de su marco.  Hablaba con mi papá de una de las muchas cosas interesantes de las que habla mi papá, después dejaba de darme la espalda para preguntarme qué había yo opinado de su película. Yo decía una serie de barbaridades que me parecían tales, incluso en el sueño. Él correspondía con otra bola de incoherencias. Hablaba y hablaba de la nada hasta que de pronto se detenía para recorrerme con los ojos.

-"Isn´t that right?" - preguntaba, empujando el puente de sus lentes de vuelta al inicio de su nariz. 

- "I´m sorry. I can´t hear you" - decía yo, en un inglés californiano que me daba vergüenza - "Your glasses are freaking me out, man!"

De pronto A Woody le brillaba el gesto. 

- "I know!" - decía, más emocionado que nunca  - "They are awful, aren´t they?" - y los volvía a empujar hacia su frente mientras recargaba su cabeza sobre mi hombro, como un novio incómodo. 
Me desperté justo cuando estaba a punto de empezar a acariciarle el pelo como a un shar-pei.

La segunda vez que soñé con Woody Allen era yo actriz de una de sus películas. Aunque no parezca este sueño también tenía bases en la realidad: era yo una pésima actriz. Pero Woody se reía de mis inexistentes dotes histriónicas y me abrazaba a medio set. Los gaffers y los asistentes de dirección murmuraban - "he never hugs anybody" - se escuchaba entre cuchicheos a nuestro alrededor. 

-"Of course I can´t act.  I´m a writer, Mr. Allen" - decía yo. Incluso entre sus brazos era yo muy propia. 

-"Poor writer Cati. I wish I didn´t love her so..." - decía él, sonriendo como un abuelito - "let´s do another one" - y se alejaba hacia su cámara con una mirada cómplice - "and call me Woody".

Yo sonreía y despertaba a la mitad de mi primera línea. 

Ayer, la tercera vez que soñé con él, era yo su esposa. Caminábamos por Brooklyn cargando bolsas del súper.  Entonces mi inglés era perfecto: neoyorquino, entrecortado y cínico. Estaba a un paso de escupir un redondo - you talkin´to me?" 
Nos queríamos y nos mirábamos como novios de primaria, caminando de la mano y hablando de puras pendejadas
Me queda claro que Wody Allen ya está casado y sin duda, no conmigo. También me quedaba claro mientras caminaba junto a él por las calles de Brooklyn.  Soon Yi (su verdadera esposa, para quienes no cacharon aquello de que se casó con "su hija") figuraba en la parte más misteriosa de mi subconsciente y ahí andaba, dando esto como resultado: ella era su esposa y yo era su esposa, sin embargo él no tenía dos esposas y yo no era Soon Yi... 

Ay güey... 

Desperté cuando nos trepábamos, con todo y bolsas del súper, al techo de un taxi que nos llevaría de regreso a Manhattan (era tarde y Woody tenía sueño).

Ya sé que es altamente sospechoso que a mi tierna edad tenga sueños recurrentes sobre un viejito que me es por completo desconocido.  ¿Qué les digo? pobre de mí.  No crean que el hecho inicial no me asusta, sin embargo hay un miedo más profundo en todo este asunto: observo un patrón. En el primer sueño éramos desconocidos, en el segundo éramos amigos, en el tercero éramos esposos y dado que en ninguno éramos familia, esta  secuencia de cercanía no puede conducirnos más que a un destino: y es innombrable
Una cosa es ser  fan de Annie Hall y otra que se me antoje estar a media noche con Woody Allen  vagando encuerado por mi enferma cabecita 
Peor que eso ¿qué tal si mi cerebro se aloca aun más, confunde viejitos brillantes y acabo encamada con las amplias carnes de Marlon Brando? ¿O con  el aliento a tabaco y queso rancio  de Godard? ¿O (no quiero ni pensarlo)  con los pellejos del cuello de Bergman?

No. No. Concluyo que no dormiré en meses.  Tengo muchos problemas. 

lunes, 14 de julio de 2008

Lo corrí

No lo conocía y pensaba en él como en un viejo amigo. Tal vez como en un futuro viejo amigo. Me asustó el ansia que me daba. Traté de quitármela haciendo cosas que lo asustaban a él. Pero quería explicarle tan claramente como lo entendía yo, que el ansia no era definitiva. Era fuerte un segundo de inmediatez que parecía obsesivo, pero que no trasciendió. Era un deseo infantil, igual de fugaz y de serio. El ansia desaparecería la semana siguiente. Era emoción simpática y no implicaba grandes cosas.

Tengo un amigo de la preparatoria que resuelve todos mis problemas gritando, en desesperación, que la gente no piensa como yo. La gente no le dice a un completo desconocido con el que se ha aventado dos  platicas de café que está interesada en él. La gente no se desmorona cuando el desconocido no cae a sus pies la segunda vez que la ve. La gente no va por la vida pensando que el beso debe ser inmediato y contínuo sin que necesite significar algo.

 - " Es que si lo besas parece agarre de antro." 

-" Si le dices que te gusta cree que estás enamorada de él y que llegas a tu casa a llorar amargamente por su persona."

-" Si lo invitas a salir eres una clavada."

-" Si te dice que no eres una pendeja."

-" Es que eres demasiado pinche sincera y él es más normalito."

-" Cuando un güey quiere contigo y no lo pelas se clava más."

 ¿Así o más frases de impedimentos  honrososLos juegos son lugares comunes y tristes. Pero cuando decía las cosas como eran, parecía que eran mucho más grandes. Porque lo correcto es no decir nada: -" sé sutil y constante"-  decía mi abuelita ¡Qué hueva!  Y si le digo que hoy me cae bien, me gusta, lo extraño ¿Qué? Mañana probablemente no me acuerde ni de que existe. Eso pasa todo el tiempo y no se siente contradictorio simplemente porque nadie dice como se siente hoy. La intensidad no es lo mismo que el compromiso. 

No lo quería todavía, se me antojaba investigar si hubiera podido quererlo. Lo más seguro es que hubiera investigado que no podía. Que no podíamos. Así pasa la mayor parte de las veces. ¿Es muy difícil decir eso sin que parezca una declaración de amor, o peor, de indiferencia que pretende?  No es ninguna de las dos cosas. Quería ver qué tal nos caíamos, qué tal nos tocábamos, que tal éramos  juntos en el cine los viernes.  

¿Muy clavado?  Puede que sí. A él lo corrí.

jueves, 10 de julio de 2008

Los tres pasos de Clinique

Me atacó la señorita de Clinique.  

Entré como la ignorante que soy a decir que mis amigas informadas me habían mandado a comprar los famosos tres pasos de su marca. Me sentó en una silla banquísima, rodeada de luces y cremas blanquísimas. Todo era como un set de Odisea del Espacio. Me colocó  frente a un espejo/lupa que enseñaba la realidad con una violencia innecesaria. Empezó a hacer preguntas y a marcar mis respuestas en una tablita luminosa, que hubiera fascinado a mi semi fascista maestra de primero de primaria.  

- "¿Dirías que tienes la piel grasa o seca?" – me preguntó mientras su dedo se paseaba sobre mi nariz, comprobando de antemano si iba yo a decirle la verdad.

- "No sé. Grasa. Creo" – dije. Y su dedo resbalándose por toda mi grasienta cara, estuvo de acuerdo.

- "¿Qué usas ahorita para cuidar tu piel?"

- "Nada."

Me miró como si la hubiera insultado

- "Bueno" - dije tratando de redimirme - "un jaboncito limpiador" 

Pero las dos sabíamos que mi jaboncito limpiador era palmolive.

Y de ahí, el espanto: mi piel no sólo es grasa sino que tiene áreas de intensa resequedad. El contorno de mis ojos camina peligrosamente hacia el envejecimiento prematuro. Tengo atisbos de grasa enquistada en las mejillas, que también tengo resecas, por supuesto. Mi zona T mejor ni mencionarla. Mis poros son como cráteres porque no me despinto en la noches. Tengo tendencia a las manchas y  no uso crema de día. Conclusión: mi piel era un embargo de inicio y encima tiene que compensar 23 años de exposición irresponsable a los elementos.  Diagnóstico aterrador, si alguno.  Me lo merezco por ir a meterme al palacio de Hierro un martes en la mañana, en lugar de hacer algo útil.  La señorita y sus inmensísimas pestañas me recetaron siete productos distintos y una rutina de tenía que dedicarse sólo a ellos.  No me vio muy convencida.

- "¿No quieres que te apliquemos el primer tratamiento de una vez?" – me dijo, encaminándome  hacia un cuartito trasero, altamente sospechoso.

Pero que no nos íbamos a tardar nada. Y que no me iba yo a arrepentir. Y que me iba a dejar como nalga de princesa. Y que yo la sigo hacia el cuartito, demostrando el libre albedrío de un ganso.  Me acostó en una silla no tan blanca pero mucho más cómoda que la de afuera. Me envolvió el pelo en toda clase toallias y toallotas con velcros estratégicos y demás tecnologías misteriosas.  Y ya que me  tenía acomodada y bajo su absoluto control, la señorita de Clinique me llenó la cara de madres. No pude saber cuántas, ni cuales. Cada vez que trataba de abrir los ojos sus manos me recibían con un nuevo embadurnamiento y una nueva instrucción.

- "Este exfoliante es muy suave" – mintió mientras me tallaba la cara con una especie de piedra volcánica. – "Este astringente se pone una sola vez y en una sola dirección. Me dices si te arde" – y aplicó una sola vez y en una sola dirección una  especie de thiner sobre mi súper exfoliada carne viva.

- "Me arde un poco" – dije con la voz castigada. Y para contrarrestar me bañó en una crema fantástica que fue como abrigarse con agua tibia.

- "Tienes una erupción en la frente" - No es broma, así me dijo - "te voy a poner un producto. Este si te va a arder un poco" - y atacó a mi frentecita con una especie de lanzallamas.  

Así siguió con una crema y con otra. Cada una se fue volviendo un poco más irresistible que la anterior. Cuarenta minutos después mi tratamiento culminó con un masaje de ojos que apeló a mis más tiernos recuerdos de infancia.  Salí medio dormida de la mano de la señorita. Sentía como que mis ojeras escupían luz y mis cachetes eran de terciopelo.  Como que mi cara completa era un gran regalo para un buen novio.

Le compré todo a la señorita de Clinique. Tanto, tanto que me regaló una cosmetiquera espantosa y un rímel.

- "Muchas gracias por su compra señorita Aguilar. Cuando necesita algo más, soy Julissa, a sus órdenes" – me entregó mi bolsota y me mandó a la calle.

Con la piel mejor lograda del planeta caminé por todo el centro comercial y hasta mi coche. Con un orgullo y un propósito de enmienda dignos de Julissa y sus inmensas pestañas. 

Bajé el espejo de la vicera para admirar mi recién adquirida brillantez: me veía como la novia de chucky. Las múltiples cremas me habían corrido el rímel y quitado todo atisbo de maquillaje.  El grano de mi frente estaba rojo y encabronado. Mis ojeras parecían  bloqueador de futbolista. Mi natural color verdecito era lo único que resplandecía.

Seis días después el único producto al que sigo fiel es mi jaboncito limpiador.  El astringente me sigue ardiendo, por ahí del jueves se me olvidó si la crema rosa iba antes  o después que la amarilla y todo el sistema colapsó. 

Me atacó la señorita de Clinique. Julissa a mi órdenes. Infeliz.

 

lunes, 7 de julio de 2008

Mis papás son intelectuales.

Ayer fui a comer con mi papás, que son intelectuales-

Mi papá empezó por hablar media hora  de una maravillosa crónica de Machado de Asis, que relata la muerte de un burro. Sus ojitos brillaban frente a la profunda ilusión que la hacían los cambios de narrador y la sofisticación de la imaginería. 
A propósito de grandes cosas, mi mamá aprovechó para acordarse de unos versos de Sor Juana. Los recitó completos, con la gracia de un erudito casual.  
Yo los miré fijamente a los ojos y les dije, con envidiable concentración: "Ayer estaba viendo American Idol... No saben qué bueno está ese David Cook..."

No, no... si no lo hurto...




viernes, 4 de julio de 2008

Un cuento de niña grande (Parte 3 de 3)

Los vi caminar despacio. 

Ella le dió la mano con  desconfianza,  como  alguien que no quiere que se note por qué otras partes de ese cuerpo ha pasado. Él la recibió con una falta de ansiedad que hizo evidente que, en efecto, se conocían cada rincón.  Juntos no medían tres metros.  Eran dos cuerpecitos perfectos, como novios en la punta de un pastel rancio, pero precioso. Ella tenía una peluquita cuadrada y negra, que se doblaba igual  de un lado y otro sobre su cara.  Su cara que era casi un dibujo:  la serie mejor lograda de esferas y rectas. Eran una pareja de ficción mediocre;  como una idea de lo que todo el mundo debería ser. Ella se movía como su pelo,  de manera absoluta pero controlada, sin abrumar ni perder la perfección. Él se movía con una libertad hipnótica, cuyo éxito venía de una estructura pensada y ligera. Sus cuerpos eran una contradicción  de mediocridad y alcance. Pero juntos eran una armonía con algún rasgo divino. Juntos eran un motivo para que el agua corriente se detuviera a contemplar.  

Los ví alejarse y fue como si nunca los hubiera visto. Parados junto a mí eran dos enanos.  No tenían más gracia que su esfuerzo constante por no mirarse, aunque todos supiéramos que cuando estaban solos, se miraban, sin duda.  Parados junto a mí, daban ansia de tan poco interesantes. Parados juntos, lléndose a ser quienes eran, daban ganas de guardarlos y llevarlos a todos lados. Daban ganas de ser ellos.  De ser su tipo de gente: aburrida, simple y remilgosa. 

Dieron la vuelta y desaparecieron.  Como rastro, ella dejó el sonido rítmico de sus zapatos; él la luz de un suéter verde que hacía juego con su cinturón.  

Ya nos daba la edad para ser quien seríamos. Y yo (me quedó más claro que nunca)  no sería así. 

Una carta vieja de amor o de algo así

Yo soy brillante. Soy brillante sin alteraciones. Hablo con éxito de fenomenología y hermenéutica. Uso palabras mayores sin aires de respeto y todos me admiran como lo que a veces quisieron ser. Yo soy brillante, sin duda. Dicto importantes análisis de caso sin necesidad de hacer peguntas y siempre tengo la razón. Tengo ocurrencias que se disfrazan fácilmante de grandes verdades. Tengo la cabeza puesta en cualquier cantidad de barbaries grandielocuentes: el mundo, el orden, las trampas, tú. Brillante como soy tengo la cabeza puesta en tu estulticia, llevada sin exigencia hacia todas tus simplicidades. Brillante como soy, me tienes a tus pies, idiota ¿Qué te sientes ahora? ¿importante? Muy bien.

Miro tus ojos cansados, vacunos, inmensos. Estudio tu cuerpo lacio, tus heridas frescas, tu ropa de vago millonario, pasada por la plancha de mamá. Te miro con método y con estructura para conlcuir que nunca serás nadie porque nunca serás mío. Tú no eres nadie más que un tipo que ha estado en mi cama, una piel sin memoria de mis manos. Te desconozco por completo y sin embargo tus huesos son mis viejos amigos. Tú no existes en mí. Existe, tal vez, tu cuerpo prensado y sucio, colgado de mi boca y así mío de vez en cuando. Tu piel y mi razón tuvieron un matrimonio de vino barato y un divorcio que no dió para una cruda digna. Boda de mal tino que dejó sólo tu espacio y mis ansias.

Mi genialidad tiene el mal gusto de tu risa boba. Qué inútil ser brillante cuando a ratos no me concentro más que en evadir la fluidez de tu mirada. Que límite tan terrible el de la inteligencia coartada por las ganas de alegría. Te quiero. Podría quererte mucho más. Pero el amor inflama la imbecilidad y yo (si soy algo) soy brillante.

miércoles, 2 de julio de 2008

Un texto viejo de mentiras, hombres y futuro.

Trato de pensar. Pensar. Pensar. Tengo un pleito constante entre lo que quiero saber y lo que voy aprendiendo. La juventud es un instante insoportable. Las posibilidades se averguenzan de si mismas. Se plantean como un abismo. Un espacio negro que no se llena con luz sino con luces, todas paralizantes. El presente se distingue sin saberlo. Se mueve inexorablemente hacia atrás, hacia atrás siempre con la ilusión de futuros inpostergables que no se tocan y no se sienten legítimos. Habiendo tantas causas mayores soy un joven que no se mira, no se encuentra, no se interesa. No tengo en mi un pensamiento cierto, sólo certidumbres temblorosas. Tengo un temblor de cigarro y de obsuridad. Un temblor. Un miedo que espera. Tengo un hombre que tiene una mujer. En realidad no tengo nada en esta abundancia externa que me va llevando sin mayores planes hacia lo que quiero querer. La nostalgia de los jovenes es patética pero profunda. Debería ser inexistente porque en realidad tenemos muy poco que extrañar. Vivimos haciendo chistes malos de arrogancia y presunción cuando la verdad es que la mayor parte del mundo podría prescindir de nosotros, de mí sin duda. Busco asideros en arenales inmensos. Me aferro a los pocos granos que se quedan entre mis piernas. Me abruma, me detiene cada paso esta ansia de ceridumbre que debería estar en movimiento. Otra vez las grandes causas, otra vez lo que deberíamos hacer. Toda la responsabilidad y la única importancia de lo propio. Volcarse sobre otros debería ser una obligación, los otros que son cercanos y sirven sólo para entender que estás volcado sobre tí mismo.
Muchas personas me mienten. Estoy segura de que es mi culpa. Me mienten porque de algún modo saben que no me importa, que a veces me hace gracia la ficción que se siente verdadera. Me mienten los mayores, los líderes que me impongo, los hombres, por supuesto. De algún modo no me importa. ¿Por qué no ha de mentirme cualquiera? ¿Un cualquiera que trate de darse importancia? Me miente porque puede.
Quiero a ese hombre que no me mira. Por el motivo idiota de que no me mira. Peor que eso: me mira a ratos. Me siento observada de cualquier manera y tiemblo. Siempre tiemblo mucho más de lo que debería. Se me impone como el mundo que no debo detestar. Que no detesto porque odiar al mundo es cosa de gente mediocre. Y aunque a ratos me gusten mis malas caras (me gusta ser como soy a veces tonta, egoísta y malcriada) la mediocridad como estilo de vida me aterra. Hay que obligarse a querer al mundo, por ingrato, por consentidor, por traicionero: por guapo. Me pregunto siempre siempre cuál de todas las luces que me deslumbran en el camino estaría bien seguir. Cuál de todas las posibilidades de pena, de delirio, de juventud.
La incertidumbre de la corta edad es una obviedad dolorosa, es por eso que creer en los mentirosos es el único camino para exorcisar la duda. Las mentiras existen más claramente que las verdades porque las mentiras están respaldadas por un plan que el mentiroso elabora con cuidado. Las verdades en cambio simplemente suceden, sin propósito ni intención lógica, felices porque su condición de verdad las hace de inmediato inapelables. Las mentiras, benditas ellas, son la única forma concreta que hace la abstracción de la corta edad soportable. Mentir es hacer creer y las creencias son certezas. El fraude es más claro que la realidad. Tal vez agradezco a quien me miente porque me aclara la vida un segundo. Me da un momento. Y el momento certero es la mayor de las dichas.
Siento que paso mucho tiempo indagando lo que son las cosas, lo que son de verdad. Pero llego tan rápido al límite de mi capacidad conceptual que prefiero vivir de ficción. Confundirse es el mejor camino a la comodidad. Las mentiras acomodan. Son verdades aparentes en las que no hay nada que investigar. Calman el ansia de aclaraciones. Toda mi vida, mi corta, cortísima vida me he sentido vieja y por lo tanto sabia y por lo tanto digna de arrogancia. Pero estoy cansada de poseer lo que considero sabidurías ancestrales. Trato de pensar siempre. Entablo pleitos irreconciliables con la realidad impuesta.
Generalmente pienso y pienso sin lograr mayor cosa: el mundo es así, yo soy así, él es así. Si fueramos diferentes tal vez esto o aquello podría pasarnos. Como no somos diferentes, sino que somos como somos, me consuelo formulando hipótesis de realidad que son, otra vez, mentiras. Me miento rápidamente para neutralizar el ataque de la verdad. Mentiras suyas, mías y sobre todo del mundo hacen un esbozo de realidad certera. Quizá sea bonito pensar. Pensar en el futuro, pensar en el arrastre del tiempo, pensar en los hombres sinceros. Yo de verdad o de mentira, sólo trato de pensar.

martes, 1 de julio de 2008

Utilería de recámara

Mi cuarto ha sido locación demasiadas veces en los últimos dos años. 
Fue el cuarto condesero de una snob que lo usaba para hacer el amor con un hombre que  le rompió el corazón, aunque en realidad no lo quería. Fue el cuarto infantil de una niña de prepa,  a la que su novio había colmado de rosas y fotos cursis. Sus paredes blancas han servido hasta para ser cuarto de tortura,  en una peli malísima en la que no sé por qué quedé involucrada. 
De remodelación en remodelación, hay props que se van quedando y se confunden con los míos.  Ayer estaba arreglando mi desastre permanente y encontré doce marcos con doce citas, que colgaron de una de mis paredes mucho tiempo.  Fueron props, muy de un personaje mío. Estoy casi segura que originalmente el personaje era yo. Me parecieron simpáticos. Les dejo aquí su contenido: 

1. Not only is there not a god, but try finding a plumber on the weekend. (Woody Allen)

2. Aunque mañana vuelvas, en tu ausencia de hoy perdí algún reino. (Carlos Pellicer)

3. -People who talk in metaphors oughta shampoo my crothch.
    -Talk crazy someplace else. We´re all stocked up here.  (James L. Brooks con la boca de Nicholson en As Good as it Gets)

4. Un corazón tal vez es algo sucio. Pertenece a las tablas de anatomía y al mostrador del carnicero. Yo prefiero tu cuerpo. (Marguerite Yourcenar) 

5. No haremos obra perdurable. No tenemos, de la mosca, la voluntad tenaz. (Renato Leduc) 
 
6. A veces de tanto pensar, me duelen las uñas. Por un lado no entiendes nada y por el otro ya te lo sabes casi todo. (Ángeles Mastretta) 

7. Humility is for the Hypocrite, modesty for the incompetent. (Oscar Wilde)

8. Uno es el hombre. Algo como hombre, o como dios o hierba, que en el duro saberlo de este mundo, halla el milagro en actitud primera. (Jaime Sabines)

9. Trinidad tiene triple personalidad. Ninguna de ellas la entiendo. (Enrique Bunbury)

10. Soporto tus defectos, uno se resigna a los defectos de Dios.  Soporto tu ausencia, uno se resigna a la ausencia de Dios. (Marguerite Yourcenar)

11. This is the orgastic future, which year by year recedes before us, borne back ceaselessly into the past. (F. Scott Fitzgerald en Gatsby)

12. Y pena de no ser lo que yo hubiera sido. La pérdida del reino que estaba para mí. (Darío)