lunes, 9 de marzo de 2009
Huir de Banamex
lunes, 2 de marzo de 2009
Escuincles fantásticos
Tengo dos sobrinos que desde hace dos años comparten padres, abuelos y fecha de nacimiento. Distintos, inseparables y adictivos, como dos tazas de buen café.
Él es largo y payaso. Tiene la cabeza gobernada por unos chinos tan suaves e histriónicos como el resto de su cuerpo. Platica y canta todo el tiempo en una lengua de su invención, cosa que no le inhibe el showmanship en lo más mínimo.
Ayer dio en cantar “Los pollitos dicen pío pío pío” mientras pegaba en un banco con dos batacas y un ritmo que el mismísimo John Bonham le hubiera envidiado. Yo nunca había escuchado la segunda estrofa de "Los pollitos dicen" pero mi hermana es una rocola que tararea de inmediato cualquier cosa, desde Timbiriche hasta Brahams, y se la sabe completa. La cantó con su niño, siguiendo el tempo subdividido y preciso de sus batacas. Todo esto para decirles que la segunda estrofa de “los pollitos” empieza diciendo “la gallina busca…bla bla ” – algo busca para que se callen los famosos pollitos.
Mi sobrino escucha la canción una vez y decide llevar la voz. Va cantando muy coqueto:
–“ Os pollitos icen ío ío ío, pando enen ame, ando enen ío” – y todos sus paleros lo aplaudimos como a Pavarotti.
Mi sobrino se crece con la audiencia, decide arrojar un poderoso falsete en el principio de la segunda estrofa y dice con toda claridad y decibel:
– “¡La gallina puta! ea í e ío” – y su tía Catalina suelta unas carcajadas indignas de su edad.
Mi sobrino vive del público agradecido y vuelve a falsetear "la gallina puta" otras cuarenta veces en el transcurso de la tarde. Las cuarenta su tía Catalina enloquece de felicidad, mientras él echa unas sonrisas como de Paul Newman y levanta la mirada al cielo diciendo: ya que los tengo aquí ¿Qué será que hago con ustedes?
Mientras su hermana lo observa con condescendencia y devoción.
Ella tiene la cara cuadrada y los ojos rasgados como dos almendras. De repente mira al frente y me recuerda a mi novio de la infancia.
Ayer dio en correr por el jardín y aventarse a mis brazos:
- ¡Hace frío, frío! – decía con la dicción de una reina. Y entonces su tía Catalina la hacía bola entre sus piernas para recetarle un calorón.
Levantó los ojos y se topó con la luna transparente de las seis de la tarde. La señaló aplaudiendo y su tía Catalina sintió adrenalina vieja en las puntas de los dedos. Cuando algo bueno sorprende a mi sobrina su carita destila una euforia que exige apropiación.
Me enternece tocarla porque en su piel siento al mundo y a su madre y a mí misma a esa edad limpia. En un acto de presunción supremo veo en mi edad y mis mañas de ahora, una versión (sin duda menos luminosa) de su futuro.
Se entretiene sola, ocupada en las varias maravillas que deben caberle entre las coletas: a los dos años es dueña de sí misma. A veces cuando está sentada en su papá y su hermano corre a su alrededor y su mamá está cerca, ella mira a ninguna parte y suspira. Le toma el gesto una concentración de paz que parece decir: entiendo al universo.
Yo no le tengo culto a los niños. En general me parecen entes difíciles de tratar. Pero estos dos podrían volver a Maléfica una idiota balbuceante.
Estos dos van a conquistar al mundo.
Escuincles fantásticos.