lunes, 9 de marzo de 2009

Huir de Banamex

Hace una semana me liberé de Banamex. Quería huir desde hace algunos meses por motivos de pormenores tan enredados que no planeo aburrirlos con ellos. La historia de cómo le roban indiscriminadamente a alguien más siempre es aburrida. Basta decir que en Banamex la banda roba indiscriminadamente y tarde o temprano todos sus clientes han querido o querrán huir.

Hace una semana por fin me dejaron ir con mis míseros pesos y me entregaron una hojita que dice que ya no les debo ni el nombre (les debía yo sin haberles pedido prestado, de ahí y otros horrores la necesidad del escape). 

Huir fue padre, pero el detalle de la huída fue precioso: 

Para efectos del cierre definitivo de nuestra interacción, le entregué a la señorita de la caja un cuestionario que cuestionaba, entre otras cosas, los motivos del cierre. Dí palomita en las cuatro cajas de opción (el producto no satisface mis necesidades, el producto no se adapta a mi estilo de vida y otras dos del tipo que no recuerdo). Pero no me pareció suficiente así que en la rayita de - otros -  escribí: "Quiero huir de Banamex".

La señorita tomó mi hoja y fue copiando mis respuestas con gran concentración y profesionalismo. Hasta que llegó a mi motivo y soltó una carcajada. Yo asentí con gran alegría y cinismo.

Y ella se acercó a la ventanilla para decirme bajito, sin perder la sonrisa - "Yo también".

Tipaza. 

lunes, 2 de marzo de 2009

Escuincles fantásticos

Tengo dos sobrinos que desde hace dos años comparten padres, abuelos y fecha de nacimiento.  Distintos, inseparables y adictivos, como dos tazas de buen café. 

Él es largo y payaso. Tiene la cabeza gobernada por unos chinos tan suaves e histriónicos como el resto de su cuerpo. Platica y canta todo el tiempo en una lengua de su invención, cosa que no le inhibe el showmanship en lo más mínimo. 

Ayer dio en cantar “Los pollitos dicen pío pío pío” mientras pegaba en un banco con dos batacas y un ritmo que el mismísimo John Bonham le hubiera envidiado. Yo nunca había escuchado la segunda estrofa de "Los pollitos dicen" pero mi hermana es una rocola que tararea de inmediato cualquier cosa, desde Timbiriche hasta Brahams, y se la sabe completa. La cantó con su niño, siguiendo el tempo subdividido y preciso de sus batacas.  Todo esto para decirles que la segunda estrofa de “los pollitos”  empieza diciendo “la gallina busca…bla bla ” – algo busca para que se callen los famosos pollitos. 

Mi sobrino escucha la canción una vez y decide llevar la voz. Va cantando muy coqueto:

 –“ Os pollitos icen ío ío ío, pando enen ame, ando enen ío” – y todos sus paleros lo aplaudimos como a Pavarotti. 

Mi sobrino se crece con la audiencia, decide arrojar un  poderoso falsete en el principio de la segunda estrofa y dice con toda claridad y decibel:

– “¡La gallina puta! ea í e ío” – y su tía Catalina suelta unas carcajadas indignas de su edad. 

Mi sobrino vive del público agradecido y vuelve a falsetear "la gallina puta" otras cuarenta veces en el transcurso de la tarde. Las cuarenta su tía Catalina enloquece de felicidad, mientras él echa unas sonrisas como de Paul Newman y levanta la mirada al cielo diciendo: ya que los tengo aquí ¿Qué será que hago con ustedes?

Mientras su hermana lo observa con condescendencia y devoción.

Ella tiene la cara cuadrada y los ojos rasgados como dos almendras. De repente mira al frente y me recuerda a mi novio de la infancia.  

Ayer dio en correr por el jardín y aventarse a mis brazos:

 - ¡Hace frío, frío! – decía con la dicción de una reina. Y entonces su tía Catalina la hacía bola entre sus piernas para recetarle un calorón.  

Levantó los ojos y se topó con la luna transparente de las seis de la tarde. La señaló aplaudiendo y su tía Catalina sintió adrenalina vieja en las puntas de los dedos. Cuando algo bueno sorprende a mi sobrina su carita destila una euforia que exige apropiación. 

Me enternece tocarla porque en su piel siento al mundo y a su madre y a  mí misma a esa edad limpia. En un acto de presunción supremo veo en mi edad y mis mañas de ahora, una versión (sin duda menos luminosa)  de su futuro.

Se entretiene sola, ocupada en las varias maravillas que deben caberle entre las coletas: a los dos años es dueña de sí misma. A veces cuando está sentada en su papá y su hermano corre a su alrededor y su mamá está cerca, ella mira a ninguna parte y suspira. Le toma el gesto una concentración de paz que parece decir: entiendo al universo.

Yo no le tengo culto a los niños. En general me parecen entes difíciles de tratar.  Pero estos dos podrían volver a Maléfica una idiota balbuceante.  

Estos dos van a conquistar al mundo.

Escuincles fantásticos.