miércoles, 29 de julio de 2009

Felicidades a mí

Este H. blog Cuatrocientos cumplió un año en junio y yo me acabo de dar cuenta. Maldito año desaparecido que corrió como si lo persiguieran y de cualquier modo se las ingenió para pasar con pena y gloria.

Como celebración, aunque venga tarde y sea un acto de absoluta autocomplacencia, les dejo mis posts favos de este año. Total, en caso de que anden profundamente ociosos.

El tiempo - porque fue el primero.
Los tres pasos de Clinique - porque hace unos días me encontré a Julissa y le volví a comprar todo.
Extraño a un extraño - porque, patéticamente, lo sigo extrañando.
Placeres culpables - porque hoy como ayer, hay que asumirse.
Alan, el circo y el monstruo - porque no mamen, sigo teniendo pesadillas con ese foro y los pechos de Ninel Conde.
Tengo que escribir un guión - porque ahora tengo que escribir otro y así sucesivamente.
Un texto viejo sobre otros tipos de gente - porque es necesario mantener una oposición moral a la banda que cena huevo.
Home - porque así son los vicios, ni modo.
Little Rushes - porque tiene fotos del Waldorf, de la virgen y de mi viejecito David Hyde Pierce. What's not to love?
El hombre perfecto - a ver si aparece, el cabrón.
Llévelo, llévelo - porque La Ganga en el pasillo Cuahutémoc justifica, ella sola, la existencia de cualquier blog.

Y ya. Ahí tienen lo que considero los highlights de este año cuatrocientos. No es el blog más activo, ni más consistente, ni más divertido. Pero ha tenido su onda. Confieso que me da orgullito y algo de paz que exista. Y antes de que empiecen a entornar los ojos de hartazgo, les aclaro que me vale: cumplí un año y me creo un chingo ¿y qué? ¿y qué? ¿y qué?

Finalmente, ya para matar este post tan falto de pena y tan urgido de que alguien lo mate (casi desde el título) les digo que los quiero, que están bien padrísimos y que muchas, muchas, todas las gracias.

lunes, 27 de julio de 2009

¡Llévelo, llévelo!

El sábado pasado nos presentamos a ver a Alan en "Qué plantón". La obra fue padre, pero ¡oh por dios! el previo fue demasiado bueno para soportarlo.

Para los que no tengan el gusto les cuento que "Qué platón", igual que el 95% de las obras cómico mágico musicales que se presentan en este país, está en el los teatros Telmex, ubicados arriba de un rascuachísimo centro comercial en la muy sana encrucijada de Cuahutemoc y Chapultepec. Fue ahí, damas y caballeros, en el pasillo Cuahutemoc, corazón de la plazucha de los teatros Telmex y pináculo (junto con la galería de las estrellas) de la decadencia comercial de nuestra gran nación, donde les presumo ahora que encontré la dimensión desconocida. Es ahí donde encontré el lugar más extraño en el que he estado jamás, y se hacía más extraño en tanto se sentía más familiar.

Es un lugar más alucinante que el umbral de la homosexualidad de Beto cuevas; más mágico que la entrada al castillo de Greiskol; más misterioso que la fuerza motriz de la mansión del Conde Patula; más sobrecogedor que el mundo bizarro de Superman. Abarcarlo es imposible, incluso en posesión de la espada del augurio que, como todos sabemos, ve más allá de lo evidente. No me alcanzarán las descripciones para hacerles entender, no me alcanzarán las imágenes para hacerles sentir. Este es un lugar que supera calquier atajo nominal: es el súper "La ganga" en el pasillo Cuahutemoc.

Empezamos con el primer ofertón: el gemelo malo del Kool Aid - Mixium del Chavo. Fabricado en Tabasco of all places - Reflexionen por dios, este producto es prueba irrefutable de que hay vario individuo en Tabasco que responde a la pregunta "¿A qué te dedicas?" con la frase "Empaco y transporto Mixium del Chavo". Y yo pensaba que mi amigo que vende huevo en polvo tenía un trabajo obscuro.


Segunda ganga: cereal choco Ronis ¡Choco Ronis! me cae. Doce pesitos la caja. ¿Qué tan malo puede ser? Al lobo asesino que está retratado en la portada se le ve contento.


Y ¿Qué tal este abusivo individuo que alega llamarse Gustavo quitándole el pan y el household name de la boca a la abuelita de México? Ya no hay moral.


Y aquí tenemos la aportación de "La Ganga" a la mala salud dental de los niños de México, por lo menos de los cinco niños de México que tendrán el valor de abandonar a los Dulces Vero (que son primero) por un producto de nombre tan sospechoso como -paleta Pica Pepino-. (En la esquina superior izquierda se dan el taco de apuntar: "Denominación de Origen - Pantitlán Edo. Mex." No es broma).



También había algunas joyas en el pasillo de higiene personal. La primera, cuya grandeza salta a la vista, aquí:


La segunda, cuya grandeza es igual de evidente pero requiere aclaraciones para ciegos: el producto se llama Butt Aid y el claim de la banderita de abajo reza: Relief for the un-happy butt. Así que ya saben, if your butt is already happy, save your money.


Había más cosas en "La Ganga". Demasiadas para creerse. Absolutamente imposibles de enumerar: desde sartenes y moños para regalo, hasta velas aromáticas, papel de baño color durazno, plumas marca Timbiriche, DVDs de Soft Porn (el cuento Vaquero en live action, banda. ¡Adquiéralo ya!). Finalmente en un rincón hasta encontré esas galletitas de mantequilla que vienen en una lata azul de pisitos, idénticas a las que mi abu compraba cuando éramos niños. Ocho pesos costó que yo me llevara mi nostalgia en una bolsa de plástico frágil y maligna.

¿Qué les digo, damas y caballeros? ¡Llévelo, llévelo! encontré un umbral a otro mundo.

domingo, 12 de julio de 2009

Sunny L.A. aka the horror

Ah pero ¡qué fea es esta ciudad de Los Angeles! Vine con mi mamá a buscarme un departamento porque tendré el honor de asistir a una de sus escuelas de cine (a la más coqueta, según me dicen y yo presumo). Como era de preeverse mi mamá odia esta ciudad. La odia más que Woody Allen y yo combinados… y miren que estaba cabrón. Esta expedición al Fabulous Hollywood, baby! lleva apenas un día y ha estado tan accidentada como se esperaba pero también mucho más chistosa.

Estamos en un hotel mamonsísimo en donde hay unas mujeres de cuerpos espectaculares y voces agudas que andan en minifalda enseñando todo lo que tienen tan digno de enseñar; y hablan de nimiedades a gritos sin esconder todo lo que tienen tan digno de esconder. Estamos en el doceavo piso del hotel mamer y desde las profundidades de la alberca nos llegan los gritos de una de esas mujeres y sus decibeles de diversión ¿qué le estará pasando que sea digno de tanto alarido? Yo nunca he dado un grito en una alberca. Nunca. Es un tipo de personalidad, la que pega de gritos en una alberca, que me parece digna de estudio. Incluso en las rarísimas ocasiones en las que he estado en posición de gritar, emocionada, en una alberca (jugando caballazos o clavados o alguna de esas siniestras actividades) nunca he entrado en un ataque de euforia tal que me provoque un ¡¡¡ahhhh!!! tan agudo y poderoso que alcance a las infelices almas del doceavo piso de mi hotel.

Nos cambiamos de cuarto, por supesto, dado que el primero nos pareció intolerable y nomadear por los hoteles es una actividad ya tradicional en la familia. En el primero, una foto de Mick Jagger bebiendo reinaba sobre la cabecera de la cama. Mi mamá peguntó quién era Mick Jagger. – “¿Un rockero?”- Por algún motivo mi mamá no es de su generación. – “Sí ma, un rockero” – dije yo. Y después ella agregó el gran pilón: - “¿Por qué tenemos que dormir viendo a Mike Jagger ligar con esa señora horrible?” – dijo, y llamó al front desk de inmediato. Yo corrí a ver quién era la señora horrible que yo no había visto en la foto: era Keith Richards.

Ahora dormimos en una cama sobre la que reina Jimi Hendrix acostado en el cofre de un coche. En el pasillo nos topamos con seis imponentes californianos chancludos y en bermudas, con la piel morada de sol, patotas y espalda de gimnasio. Mi mamá se contuvo pero cuando los vio venir casi pega un grito de pánico. Y ahora se queja aquí echada en la cama junto a mí.

“¡Qué feos estaban estos muchachos de la entrada!”– se lamenta, la pobre – “Eran idénticos a ese güero horrible de esa película en la que un tipo anda en moto por todos lados” – en este punto hace una pausa melancólica y culmina – “hasta que se muere”.

Sí eran feos los tipos de la entrada, feos como la ciudad que los alberga.

Hemos comprobado muchas cosas que ya sabíamos en esta expedición: que Los Angeles es horrible; que encontraré un departamento fácilmente; que a pesar de mi fobia a Hollywood he de pasarla muy bien aquí; y la más más evidente, preclara, indiscutible: mi mamá es, entre otras cosas, dios.

martes, 7 de julio de 2009

Déjate querer

Me llegó un mail de un tipín con el que salí hace mil doscientos años que decía muchas sonsadas y culminaba con una sentencia que es encabronante y divina al mismo tiempo:

"Espero que la próxima vez te des la oportunidad y dejes que te quieran como no me dejaste a mí" - eso escribió, el pobre, no es broma.

Los hombres son entes fantásticos, de verdad, se les ocurren unas cosas... A unos se les nota que van a salir con ese tipo de ondas y entonces es cosa de no acercarse, pero hay otros más peligrosos (como éste que escribió) que se ven normales de pinta, vamos, hasta estilo tienen y luego salen con que no te dejaste querer.

- "Siendo yo tan maravilloso y generoso que hasta la quiero, ella no me quiere a mí, ergo, algo anda mal con ella" - Esta forma de lidiar con que no te hagan caso es una mezcla tan pura de arrogancia y desprecio hacia el otro que sólo puede escaparse de las víceras de un ser masculino.

Cuando un hombre no le hace caso a una chica, el consejo tiende a ser - "Ni modo, no quiere contigo, no te claves, pasa a otra cosa" - A veces, en casos muy desesperados, hay mujeres que apelan al mentiroso - "él se lo pierde" - que saca de apuros aunque no alivie las ansias frustradas.

Pero los hombres aplican el - "Es que no se dio la oportunidad. Es que está cerrada al amor. No es que no me quiera, es que no se deja querer".

Escribiéndolo me doy cuenta de que estoy siendo injusta. Con un tono distinto, de más lamento y menos orgullo, pero también abundan mujeres que aplican la versión femenina de este funesto modo de pensamiento que se resume en que cuando alguien no se enamora de ellas se debe a que "le tiene miedo al compromiso y a la intimidad". No, no. La realidad es que le tienen miedo al compromiso y a la intimidad con ellas, de manera concreta y específica.

La escuela del "date una oportunidad" trabaja de cerca con la del "lucha por ella" y la del "dile que no para que se clave contigo". Siniestras clases se imparten en estas aulas, llenas de juegos, rosas, "pensamientos" escritos con plumas de colores y muchos, muchos delirios de grandeza.

La realidad es que cuando dos personas se topan y se quieren, se quieren y ya está. Todo el resto: el sobre-análisis de llamadas, los mensajes sin contestar, las largas horas de plática sobre intenciones ocultas, traumas de infancia y miedos arraigados; todas estas cosas terribles que llegan por mail y arruinan una mañana perfectamente agradable nacen solamente de la falta de correspondencia.

Existen sólo en las manos de ese ogro asqueroso que yo denomino científicamente como deseo dispar.

Todo el mundo quiere dejarse querer, la parte buena viene con la difícil: encontrar por quién.