domingo, 8 de febrero de 2009

Y nada, a padecer.

Feliciano me adora y le aborrezco;

Lisardo me aborrece y yo le adoro;

Por quien no me apetece, ingrato, lloro,

Y al que me llora tierno, no apetezco.

 

Si con mi ofensa al uno reconvengo,

me reconviene el otro a mí, ofendido;

y a padecer de todos modos vengo,

 

Pues ambos atormentan mi sentido:

aquéste con pedir lo que no tengo;

y aquel, con no tener lo que le pido.

 

Hace más de diez años que leí en las letras puras de Sor Juana semejante sentencia de muerte.  Y hace diez años era tan cierta y tan injusta como es hoy. Y como (supongo) será siempre.

Hace diez años lloré sobre esas líneas por un niño precioso, que no me miró jamás y que (por supuesto) a la fecha ya no me hace llorar sólo porque no lo veo nunca y de verdad le pongo mucho propósito al asunto.  Mi Lisardo, con sus brazos largos y su piel rota, me sigue prometiendo un mundo bueno.  Estoy segura de que me lo seguirá prometiendo cuando tenga la cabeza blanca y escasa; los ojos amarillos y gastados; las orejas inmensas, las mejillas vencidas y la entrepierna muerta.

He de tener algún Feliciano que contra toda su voluntad, sienta lo mismo por mi piel gastada.

Así es esto.

Tanto tratar de querer al que nos quiere como él quiere. Y nada. Tanto tratar de que nos quiera el que queremos como queremos. Y nada. Tanto andar por los bares y los cines viendo cúal es cual. Y nada.

Me han gustado tal cantidad de hombres feos, viejos, chaparritos, bofos, escuálidos o provincianos…  que es de veras una pena. Francamente mi cuerpo me parece un cómico mediocre y boicoteador. Y sin embargo es el único que tengo y a él le toca sentir todo lo bueno que me pasa. Hasta lo quiero, al ingrato, así como es: panzoncito, caderón y con mal gusto.

¿Por qué nos gustará gente de la que jamás podríamos enamorarnos? ¿Por qué, tan fácilmente, nos haremos familia de quienes deberían despertarnos las comisuras?

Son muy siniestras las reglas de la emoción que llevan al amor y al llanto. Muy siniestras. Mandan sobre un juego imposible, que nadie jugaría si no fuera porque cuando las estrellas se alínean y las normas se cumplen, no hay otro más divertido.

Así es esto. Sor Juana lo sabe todo y nunca nunca se equivoca.  Nos gusta quien nos gusta.

Maldición. 


5 comentarios:

Pequeña Capitali$ta dijo...

ay bebé... ahora sí que pues qué te digo.
Ya escribí sobre el señor Pazos en El Bestiario, por cierto.

Te mando besos

Paul dijo...

Es una cadena, a veces interminable, de amores no correspondidos ésta vida nuestra. De conformarnos, en algunas ocasiones, con agradecer y aceptar el amor que nos regalan con tanto cariño, y de encauzar el otro, el que nos apasiona, hacía otra persona que no es a la que originalmente lo despertó. Pero también sucede, que si esa persona tan deseada nos escoge, terminamos por desinteresarnos por ella para encontrar otra más inalcanzable. Es de reírse. Al final de cuentas, creo que nunca podremos satisfacernos plenamente.

descafeinada dijo...

así vivimos amiga, entre felicianos y lisardos. es una barbaridad. malas bromas del destino! mira que enamorarnos de esa "gente"?! qué sigue??? hasta aquí tolero!
me encantó. y si.

Sofía Macías dijo...

jaja oye pero aparte de la bestia soy yo sube el de me trae un vaso con agua y limones y azúcar y...taráaaaaaaaan.

Dr. Mille Miglia dijo...

A ver cuando me toca alguien que por lo menos logre entenderse a sí mismo, para que despues me entienda a mí.