Se lee más padrísmo empezando por el DÍA UNO
DÍA CINCO
Hacer compras de último día: playeras para mi hermano; regalos para mis sobrinos. Buscar un delfín de peluche para el niño en FAO. Ver un Darth Vader hecho de Legos: priceless. Buscar un disfraz para la niña en la tienda Disney. Querer comprar el de Alicia, sobrio y limpio:
Perfeccionado con la posibilidad de cargar un muñequito del gato:
Enamorarse del concepto mismo. Reconsiderar. Asumir que es una crueldad atacar a una niña de tres años con un lastre de buen gusto. Comprar el de la Cenicienta, precioso y ridículo, con su diadema de lentejuelas, falda de tul y zapatillas de cristal.
Desayunar acostada en el parque. Maldecir el avión que va a llevarme de regreso a mi casa. Llegar lo más tarde posible para ver si hace el favor de irse sin mí. Sufrir que en lugar de eso haga el favor de salir tres horas tarde.
Bobear por el aeropuerto. Ver cómo mueren las pilas de mi iPod y de mi computadora. Aburrirme. Ponerme a ordenar mi cartera; toparme con un papelito viejísimo que firma –with his utter, if unbecoming, worship - Yaron (mi karma israelí, para quienes no tienen el disgusto). Pensar que contra toda predicción lógica estuve una semana en nuestro pueblo sin pensar en él una sola vez. Creerme muchísimo. Pensar que pensar eso acaba de echar a perder los logros de tantísima superación. Doblar el papelito en seis y cargarlo entre mis dedos el resto del día.
Subirme al dichoso avión. Aterrizar en el DF. Circular por el viaducto.
Volver a la realidad.