Acabamos de oír a Spike Lee dar una mal llamada conferencia magistral. Consistió en un pobre hombre que sudaba frío mientras le hacía preguntas poco iluminadas. El Sr. Lee respondía con sonrisitas de hartazgo, unidas a un máximo de tres frases y un silencio. De cualquier modo todo el mundo le aplaudió como foca cada palabra. Mucho más que al pobre de su tocayo de apellido Jonze, que hizo todos sus mejores esfuerzos por caernos bien y no tuvo ni la mitad de la taquilla. Después todos salen en desbandada a fumar cigarros sin filtro y a mirar a la humanidad con displicencia para que quede claro lo mucho que sufren sus almas de artista.
Me observo parada en una esquina del teatro haciendo todas estas pueriles reflexiones: en realidad los tengo tan vistos porque soy uno de ellos. Con un poco más de jabón y bastante menos actitud.
Durante el resto del día el festival y sus pantallas nos recetan toda clase de calamidades. Un documental sobre la guerra de Iraq que se llama, de manera muy apropiada, No end in sight. Es de una inteligencia y una precisión que dan ganas de morirse. Concluye que estos cabrones Bushitas son más pendejos que perversos y todos los muchos, muchos muertos que nos pasan por enfrente son absolutamente gratuitos. Suelto dos lágrimas gordas que me parecen pretenciosas, así que las reprimo. Y se prenden las luces.
Corte a: Un documental sobre el único grupo de heavy metal que hay en Bagdad. Nos lo aderezan con covers de Metallica y mientras las casas explotan a su alrededor, el preciosismo de sus notas son una receta iluminada y blanca para la esquizofrenia. De ahí pasamos, como quien flota, a una nueva sala de luces bajas: las imágenes más tersas que se han visto ilustran la voz de John Lennon. El pobre habla mitad obviedades, mitad imposibles, todos preciosos. Para darle punch al final los cineastas nos recuerdan cómo se murió el genio y otro muerto nos cae encima.
El final del día se siente como si el mundo estuviera dividido entre los que se mueren y los que se aburren ¿Para qué habré manejado cuatro horas hasta este pueblo bananero? Fuera de dos o tres túneles coquetamente iluminados, el patrimonio de la humanidad que Guanajuato presume en su letrero de bienvenida, no se le ven por ninguna de sus fachadas.
Supongo que manejé porque no hay nada que se parezca más a un par de brazos limpios que la butaca de un cine. Supongo que fue porque aunque Spike Lee sea monosilábico y hostil, sus ojos son la parte mejor lograda de su anatomía: ven y reproducen sólo cosas extraordinarias. Supongo que fue porque cuando Spike Jonze sonríe invoca el relajo de un guión de Charlie Kauffman. Supongo que fue porque el corto con la voz de Lennon acariciaba como un hombre bueno. Fue porque entre los múltiples piojosos que me pasan por enfrente, debe haber algún genio que un día en dos horas nos cambie la vida, o la tarde, depende de qué tan genio. Fue porque los festivales de cine son entes extraños y hay que adorarlos.
Hay que adorar a cualquier multitud que adore lo que uno adora. A ver qué más nos van dando estos días de cine.
2 comentarios:
Además la combinación es perfetca si Mariana va contigo, moriría por leer su crónica del evento jajajjaa te extraño tanto y más
P.D Mucho más jabón, no un poco más de jabón
P.D2 Vi a Diego Luna en una calle empedrarda de San Ángel con un saquito de director técnico y no le pude encontrar el atractivo ni en las suelas del zapato
yo no soy una multitud, pero te adoro.
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