viernes, 22 de mayo de 2009

La niña hizo berrinche

Hace dos días vine a ver a la ciudad de Nueva York porque (como ya habíamos quedado) la extraño a veces. 

Ayer llevaba cinco horas caminando hacia ninguna parte cuando decidí que era hora de abandonar la calle. Lo decidí a la misma hora que el resto de la población, claro, así que pasé cuarenta minutos en el rayo del sol peleándome por un taxi en una esquina; viéndolos pasar a todos, amarillos y mugrosos, con sus lucecitas apagadas.  Cuando por fin uno bajó a su habitante y quedó libre en frente de mí, una pinche vieja corrió con más ganas y se subió primero; semejante agresión y falta de civilidad le agregó a mi estado de acaloramiento/engentamiento, una suceptibilida que, sobre todo en esta ciudad, no le viene bien a nadie. 

Volví a levantar mi manita y pegué con un tipín como de cuarenta años, vestido como si se estuviera burlando de un adolescente y cargando un iPod con el que cantaba Hit me baby one more time a todo volumen. Para evadir mi mano hizo una pequeña pero histriónica pirueta y siguió su camino, cante y cante. Del otro lado de la calle una mujer paseaba a un bulldog blanquísimo al que había hecho la maldad de adornar con un moño de gaza verde que era más grande que su cabeza - "qué cosa tan simpática y neoyorquina, esa loca con su perrito"- pensé, y cuando mi sonrisa iba a empezar a lograrse, el perro se detuvo a media calle y se puso a cagar, echando por la borda su elegancia. Levanté la mirada para curarme el desencanto y me topé con un pinche guero que me mamaceó como si estuviera en la Bondojo, el cabrón. 

Finalmente llegué de regreso a la base con la que un amigo de mis papás se pone guapo cuando me da por visitar a la ciudad. Después de un rato rodeada de sus fotos volví a agarrar valor para echarme a la calle (son muy bonitos y buenos el amigo, su padre y su hijo, después de un ratito de ver sus caras agrarras valor para casi todo). 

Era de noche, el calor estaba en calma y se habían prendido las luces que le esconden la mugre a Manhattan y le dejan solamente un resplandor angelical.  Caminé mucho rato, pero cerca de la base, así que decidí regresar sin taxi; cuando llegué a la esquina vi venir cinco carriles de coches amarilos con su lucecita prendida, listos para llevarme a donde fuera ahora que ya no quería yo ir a ningún lado. Estaban tan ansiosos que uno me vio en la esquina y se paró sin que lo llamara; cuando negué con la cabeza me mentó la madre en árabe y su voz se confundió con el chillido de sus llantas. En su huída casi atropella a una tipa que se dió el taco de enojarse conmigo por su mala suerte.

Digo que amo a Nueva York como a una persona y es verdad.  Manhattan es como una niña preciosa; a veces no está en su día; a veces  amanece arisca e insoportable; a veces hace berrinche y te maltrata sin pedirte tu opinión. 

Con la misma, al día siguiente amanece así, sonriente y a tus pies:



Y le perdonas todo a la ingrata. 

6 comentarios:

Javier dijo...

Yo creo por eso se caen tan bien las dos; ambas tan berrinchudas e increíbles al mismo tiempo.

Me saludas a la niña de paso, le dices por ahí que si no me quiere regalar un chocolate.

Cuídese mucho! Dos besos.

Mariana Mijares dijo...

Me encanta cómo escribes amiga, si no encuentras quien te publique pronto me cae que te lo consigo yo.

Beso!

PD Visita mi Blog de vez en cuando...

el chilango dijo...

ya soy bien fan
y tambien de NY soy bien fan

Bernardo Gamboa Sánchez dijo...

Me gusta la nueva imágen. ¿Cómo me hago de una? Besos-no-fanes-de-New-York (ya sabes que me gusta pelear a la contra: salmones calamarianos).

AdRiAnA dijo...

vamos a NY !!!

kita dijo...

WOW!!!!! POR MERA CASUALIDAD ME ENCONTRÉ CON TU BLOG ESCRIBES MUY PADRE, REALMENTE ES INTERESANTE COMO CUENTAS LAS COSAS. TE LEERE MUY DE CERQUITA.MUCHO GUSTO